lunes, 28 de enero de 2013

Alegría



Aprovechando el providencial retraso ocurrido con el Evangelio del Domingo, aprovecho el día de hoy para meditar sobre ese acontecimiento de las bodas de Caná. ¿Y por qué es tan providencial el día? Hoy la iglesia recuerda a Santo Tomás de Aquino (teólogo y doctor de la iglesia). El escritor inglés Chesterton, asegura que éste santo es el teólogo de la Alegría. Aquí van cinco consejos que nos dictan los medios para quitar la tristeza de nuestras vidas: 

"1) Cualquier alegría o goce, porque la tristeza es como un cansancio del alma mientras que el goce es, por el contrario, un descanso.
2) Las lágrimas (no sólo lloramos por los pesares; también se llora de alegría).
3) Compartir alegrías.
4) La contemplación de la verdad (ya los griegos sabían que el amor a la sabiduría encaminaba al sabio a la felicidad).
5) Sorpresa inesperada: “Dormir y bañarse”. Comenta Pieper su asombro al comprobar que estamos en un tratado de teología y no precisamente sin importancia. Pues el sueño y el baño devuelven al cuerpo el bienestar que luego repercute en el alma. Piensa Tomás que además de los remedios sobrenaturales no conviene descartar los sensibles y naturales y no se avergüenza de decirlo en todo un tratado de altísima teología." Pbro. Dr. Santiago Martínez Sáez.





Aún hoy en día no podemos quitarnos el vicio de asimilar el auxilio de Dios a los momentos de crisis y pena. Ni de pensar que aquel que reza es porque algo necesita o algo le falta. Si bien la presencia de Cristo nos complementa como cristianos, debemos acostumbrarnos a vivir con alegría, y estas bodas de éste 3er Domingo de Tiempo ordinario me ayudan a reafirmar lo que estoy exponiendo. Mientras relacionamos la presencia de Cristo como un momento serio y solemne, Juan nos muestra el inicio de la vida pública del Señor en una fiesta. En medio de la algarabía del pueblo y el milagro consiste, nada menos que en dar a los participantes de esa fiesta un medio para que esa alegría no termine. Los únicos testigos de éste milagro fueron los sirvientes y los discípulos. Vale decir, entonces, que la alegría va de la mano de la caridad y de la entrega.

Comprometámonos entonces, a vivir nuestros días con una entrega constante a Cristo. Reconociendo en él la razón de nuestra alegría y transmitir ésta alegría a nuestros hermanos.




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