miércoles, 31 de julio de 2013

Orar sin ganas, La Voluntad

"La voluntad es la joya de la corona de la conducta. Voluntad es elegir y elegir es anunciar y renunciar. La voluntad consiste en preferir. Se trata de la capacidad para ponerse metas concretas y luchar por conseguirlas. Deberíamos ser capaces de tener una especie de tabla de ejercicios de gimnasia de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi obligación y después me aplico en esa otra tarea porque es bueno para mí y más tarde hago aquello otro porque sé que hará de mí un hombre o mujer de una pieza. La costumbre de vencerme en lo pequeño. En una palabra, la victoria sobre sí mismo". 




Orar sin ganas para que vengan las ganas de orar (extracto)

Padre Ignacio Larrañaga

En la colonia Marista de Luján, provincia de Buenos Aires, se desarrollaron dos Encuentros de experiencia de Dios, dirigidos por el P. Ignacio Larrañaga. Con más de trescientos asistentes en cada uno de ellos, en silencio y soledad, los participantes se retiraron para encontrarse con Dios en las profundidades del alma, y vivenciar a ese Dios cuyo amor gratuito es el gran regalo que nos hace.
El programa de actividades es intenso. Incluye conferencias y tiempos de reflexión con textos de la Biblia.
Miles de personas en el mundo asisten cada día y a lo largo de varias décadas a esta propuesta que es única en sus objetivos: enseñar a orar, a experimentar el amor de Dios. Así la idea del dios castigador se derrumba, y aparece el Abba –papacito querido- que nos dio a conocer Jesús. Un giro de ciento ochenta grados, capaz de modificar sustancialmente la vida.

Quien busca, camina. Quien busca a Dios, peregrina. Dios es el gran silencioso. Ante el pecado, calla. Ante la redención, calla. Nuestro Dios es un Dios de fe, debemos creer sin ver. Es un acto supremo de amor.
Hoy como nunca, hay una gran búsqueda de Dios. Es contradictorio, en un mundo materialista y casi ateo como el nuestro.
¿Cómo encontrarlo? ¿Es posible experimentar su presencia?
P. Ignacio dedicó su vida a encontrarse con Dios, y a enseñar a todos a hacerlo. Personas de distintas religiones se acercan porque la búsqueda es la misma: no un Dios teórico y teológico, sino un Dios vivo, que es Amor y Misericordia.
“No es lo mismo la palabra de Dios que Dios mismo”, afirma, con la convicción que le dan cuarenta años realizando encuentros, en los que nunca quedó una silla vacía.
Grupos de seiscientas personas, durante 40 a 45 semanas al año, participan de los retiros de cinco días de duración, en silencio y soledad. Charlas sobre diversos temas que abarcan la atrofia espiritual, la fe, el camino de oración, el abandono, llevan a los asistentes a un acercamiento al Dios vivo, a su amor que culmina en el desierto que durante varias horas se realiza el último día. Los testimonios dan cuenta de cambios en la vida que hablan claramente de la presencia del amor de Dios.

La buena noticia

Presenta magistralmente la figura deslumbrante de Jesús y también su abandono en las manos del Padre en Getsemaní. La contemplación de Jesús, “anawin” como su madre y por lo tanto sin derechos dentro de la estructura social y cultural a la que pertenecía, empeñado en ser pobre y humilde de corazón como su madre, tiene la fuerza, convicción y claridad de la experiencia. “Cuando descubrió a su Padre, se empeñó en pasar desapercibido, por eso repetía constantemente “no se lo digan a nadie”, después de cada prodigio que realizaba. Jesús lo llama Abba, que quiere decir papacito querido, y contrariamente a lo que en su tiempo se decía, habla de un padre cuyo amor es inmenso y gratuito.”
P. Ignacio cuenta que desde hace cuarenta años toda su obsesión es ser humilde, porque no lo es todavía. “Yo no era devoto de María, hasta que descubrí la espiritualidad de los Anawin. En la etapa rigurosa de la búsqueda de la humildad, se hizo devoto de María, que lo deslumbró. Así nació el libro “El silencio de María”, y también “El pobre de Nazareth”. La contemplación de la mujer pobre de Nazareth, que llevó una vida de trabajo y silencio, de su “hagáse”, que no necesitó de ningún signo, permite comprender la dimensión de la fe madura, un acto gratuito y supremo de amor. “Mucha gente no simpatiza con María, a quien se muestra como una semidiosa, en lo alto, coronada de estrellas. Pero ella fue una mujer que tuvo que desgranar el trigo para tener harina, amasar y juntar agua y leña para tener el pan, que afrontó grandes angustias y dolores, y, como no sabía muy bien quién era su hijo, “estaba admirada” y guardaba todo en su corazón, comparando con los escritos antiguos y así, iba descubriendo paso a paso a Jesús. Ella no se enojaba, su corazón estaba muerto para sí misma. Nada que le suceda puede desequilibrar a una mujer así. Ella mantuvo el hágase en el Calvario, avanzó en la peregrinación de la fe.
Así conquistó el título de Madre de Dios y Madre de todos.
El camino de la humildad es arduo: se trata de vencer al yo. “Me da lo mismo si me quieren o no, si agrado a los demás o no; autoestima, autorrealización, nada de eso me interesa, trato de desaparecer”. “Creo lo que dice María: El Señor hizo en mí maravillas porque miró la humildad de su sierva. Soy alguien que no tiene encanto, a quien la Teología no le dice nada, no tengo simpatía, fui un estudiante mediocre, siempre rehuí del prestigio, pero cuanto más rehuía, más me veían. Creo que Dios miró que a toda costa quería que sea todo para El, por eso me inundó de éxito. En una oportunidad, Francisco de Asís respondió a su hermano fray Marceo que estaba intrigado porque la gente lo seguía tanto “ Es que el Altísimo Señor miró al mundo y no encontró nadie tan miserable y pecador como yo y por eso me inundó e hizo maravillas.”

Su gran aporte: enseñar a orar

“Van tres papas que piden a gritos que enseñen a orar a la gente. Es la gran necesidad de los miles que hoy, en el mundo, tienen sed de Dios. Paradójicamente, hay muchos doctores teólogos y otros títulos importantes, pero los únicos que enseñan a orar son los talleres de oración y vida. La pequeña pedagogía resume en pocas páginas un método que lleva a orar y al encuentro con Dios vivo, los protestantes los fotocopian y reparten porque están maravillados con esa obra. Es en la oración donde se produce el encuentro que cambia las vidas, que es el encuentro con el amor inconmensurable y gratuito de Dios. El libro “Del sufrimiento a la paz” habla del cambio que se produce en las vidas de quienes se encuentran con ese mar de amor y de paz profunda, signo inequívoco de la presencia de Dios. “Para eso tenemos que ser pobres y humildes. La pobreza de este mundo no es voluntaria. La pobreza evangélica sí lo es. Es fácil ser pobre, lo difícil es ser humilde. La humildad es una actitud interior”, afirma. Los testimonios dan cuenta de los cambios profundos que se producen en las personas, que ahora comprenden la vida de otro modo, y pueden sobrellevar sufrimientos “con elegancia y dignidad, con serenidad, como María”. “A los 82 años, es un prodigio que pueda tener por delante 60 semanas seguidas de encuentros durante dos años. Todo es para que Dios sea glorificado, conocido y amado, y que la gente sea más feliz. A eso me dediqué semana tras semana, mi vida fue una lucha para lograr que haya más felicidad.



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