“El ángel del dolor visitó mi casa.
Era hermoso y radiante.
Era hijo de Dios.
Era, aunque no lo creáis, el más alegre de cuantos conocí.
Entró por mis jardines y acarició mi sangre.
Riéndose cortó una de mis alas de trabajo y de prisa
pero dejó intactas las de la ilusión y el coraje.
Me dijo: Ahora empieza la segunda parte de tu vida,
gemela de la otra, aunque algo tartamuda.
Vive. No gastes tus horas en hacerte preguntas.
Reordena tu escala de valores.
Pon en primera fila la amistad (tras de la fe, se entiende)
y recuerda que Dios es bueno,
que el hombre es mucho mejor de lo que él cree,
que el mundo está bien hecho
y que vas a vivir hasta los topes el gozo mientras vivas
porque resulta que el ángel del dolor y el de Belén
¡son el mismo!.”
Martin Descalzo
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