Después del desayuno, Jesús toma aparte a Pedro y le pregunta:
“¿Me amas más que éstos?”
Pedro que ha aprendido la lección, no responde como lo habría hecho antes:
“Por supuesto, y daré mi vida por ti”.
La experiencia le ha hecho más humilde; conoce sus debilidades y sus inclinaciones.
Lo único que puede decir, quizá con voz entrecortada, es:
“Tu sabes que te quiero…”.
Y de nuevo pregunta:
“¿Me amas?”.
Pedro responde lo mismo.
Y Jesús le dice:
“Apacienta mis ovejas”.
Jesús está confirmando como líder a Pedro, que ha sido perdonado.
Jesús desea que aquel hombre, que ahora es más humilde, sea el pastor del rebaño.
Los corderos y las ovejas no le pertenecen, sino que pertenecen a Jesús.
Lo que tiene que hacer no es controlarlas, sino ayudarlas a estar en comunión con Jesús, a escuchar a Jesús.
El rebaño no es una industria ni una empresa comercial que tenga que ser eficiente y producir resultados y de la que Pedro es director gerente.
El rebaño está formado por personas llamadas por Jesús a crecer en el amor.
Pero pedro sólo puede conducir, alimentar y ser responsable de la gente en el nombre de Jesús si ama a Jesús, y me atrevo a decir si ama a Jesús apasionadamente y está dispuesto a dar su vida por él.
Sólo podemos asumir una responsabilidad en nombre de Jesús si lo amamos y somos amigos suyos.
Lo cual no tiene nada que ver con devociones o sentimientos, sino con el compromiso de ayudar a crecer en su amor a Jesús a aquellos por quienes no nos sentimos especialmente atraídos y trabajar con ellos, sin tratar de controlarlos, sino de liberarlos.
Pedro es llamado, ante todo, a apacentar a los a los corderos: a cuidar de ellos, a estar con ellos, con quienes no pueden valerse por sí mismos, con quienes están perdidos y solos, con los débiles, los enfermos y los hambrientos, con los excluidos de la sociedad.
Éste es el meollo de su exigente misión.
Los pobres están en el corazón mismo de la Iglesia, pero su grito puede resultarnos molesto, por que no siempre es fácil estar con ellos.
¿Con que debe apacentarlos Pedro?
Con Jesús, porque Jesús, su ser sus palabras, es alimento para todos y cada uno de nosotros, sus discípulos.
Es el alimento de su amor revelado en el humilde amor de los pastores, esos lideres-siervos que conducen hacia Jesús
También nosotros somos llamados a ser humildes pastores.
Jesús nos ayudará a ser verdaderamente solícitos y a cuidar de quienes nos han sido confiados,.
Sin embargo, tenemos que recordar que, aun cuando nos hayan sido confiados, pertenecen, ante todo y sobre todo, a Jesús.
Nuestra función consiste en guiarlos hacia Jesús, hacia la verdad y el amor.
Somos llamados a ser líderes-siervos humildes.
Jean Vanier (Del libro Acceder al Misterio de Jesús)
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