Cuando no te veo, te añoro y te busco.
Pregunto por las calles,
intento adivinar tu rostro
en fragmentos de vidas ajenas
en ojos que fugaces se me cruzan,
en episodios brillantes,
o en las grietas de cada historia.
Pregunto al presente,
quién es samaritano y quién te crucifica,
a quién alzaste del suelo,
quién aprendió, contigo,
a soltar la piedra y extender la mano.
Bebo las respuestas, con avidez.
Y a veces te veo. Porque estás,
a tu manera discreta,
sin imponerte.
Basta un instante de reconocimiento
para encender, de nuevo, la mecha.
¡El amor auténtico!
Ahí está la verdad.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
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