
«He aquí, dice Pedro, que nosotros lo hemos dejado todo», no solamente los bienes de este mundo sino también los deseos de nuestra alma. Porque no lo ha dejado todo el que sigue atado aunque sólo sea a sí mismo. Más aún, de nada sirve haber dejado todo lo demás a excepción de sí mismo, porque no hay carga más pesada para el hombre que su propio yo. ¿Qué tirano hay más cruel, amo más despiadado para el hombre que su voluntad propia?... Por consiguiente, es preciso que abandonemos nuestras posesiones y nuestra voluntad propia si queremos seguir a aquel que no tenía «donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58), y que ha venido «no para hacer su voluntad, sino la voluntad del que le ha enviado» (Jn 6,38).
San Pedro Damián (1007-1072)
No hay comentarios:
Publicar un comentario