Dime que sí.
Entonces, en canastos desbordantes, recogeré todos mis frutos -los que pasan de maduros y los que están verdes aun-, para volcarlos en tu morada. Porque la estación ya está muy avanzada y el pastor, en la sombra, deja escuchar el lamento de su flauta.
El inquieto viento de marzo encrespa las aguas que hasta ayer estuvieron tranquilas. La huerta ha dado todos sus frutos. Y en la placidez del crepúsculo, desde tu morada, al otro lado del río, por el lado del poniente, llega hasta mí tu voz.
Dime que sí...
Y, entregando mi vela a la caricia del viento, cruzaré el río.
Mi hogar, para mí, ya no lo es. ¡No puedo más! ¡Me marcho! El eterno Desconocido me llama desde el camino.
¡Duéleme su pisada, resonando en mi pecho!... Y el viento se levanta y comienza a lamentarse el mar.
¡Queden atrás mis dudas, mis preocupaciones e inquietudes! ¡Me marcho! Sigo la marea sin hogar. Porque el Desconocido me llama y ya ha echado a andar por el camino.
Apréstate a partir, corazón, pues tu nombre ha sido pronunciado con el alba. Que los otros, si quieren, se queden. ¡Tú no aguardes a nadie!
Si el capullo necesita de la noche y del rocío, la flor abierta clama por la luz... ¡Libertad! ¡Revienta tu pecho, corazón! ¡Busca la luz!
RABINDRANATH TAGORE
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