viernes, 1 de febrero de 2013

OJOS NUEVOS (Mc 9,2-13)




Pedro, Santiago y Juan en la cima del monte 
contemplaron a Jesús con tus propios ojos 
Iban subiendo con el Jesús de siempre 
y de pronto, al llegar, se transfiguró 
su rostro brilló más que el sol 
y el resplandor que salía de su cuerpo 
impregnó a sus vestidos de la nitidez vibrante 
que tienen las nieves eternas de las montañas 
cuando las embiste el sol. 
Pero no era Jesús el que había cambiado 
los ojos de los apóstoles fueron los transfigurados 
tú les diste de tu luz 
y pudieron ver a Jesús como tú lo ves. 
Lo vieron lleno de gloria 
tenía el mismo peso de tu majestad 
pero no humillaba ni hería 
porque era pura gracia y misericordia 
puro amor y lealtad 
la hermosura de su rostro no desnudaba la propia miseria 
convidaba más bien a la participación 
daba muchísimo contento y una paz imposible de expresar. 
De pronto aparecieron Moisés y Elías. 
Hablaban del Exodo de Jesús en Jerusalén 
de su Pascua de ignominia 
que sería sin embargo de liberación definitiva 

Pero ellos eran puros ojos, no querían escuchar 
querían quedarse a ver el Reino de Dios 
se conformaban con quedarse a ver para siempre 
no sabían que tu Reino no es para contemplar 
como quien ve un programa de televisión 
tu Reino es para vivirlo, para participar. 
Por eso los cubrió la nube y ya nada vieron 
pero escucharon la Voz 
"Este es mi Hijo, mi predilecto: Síganlo". 
Tú los invitabas, Señor, no a ver como mirones 
sino a vivir en el seguimiento de Jesús 
hasta transformarse, ellos también, en hijos tuyos. 
Dentro de poco entrarían no en tu nube preñada de vida total 
sino en la noche lóbrega del poder de las tinieblas. 
Para que no sucumbieran tú les regalabas 
los ojos que brotan de la fidelidad. 
Pero ellos nada entendieron 

Estaban asustados por lo que se les venía encima en Jerusalén 
el miedo hacía vacilar la fidelidad 
y se nublaban los ojos y ya no veían tu gloria en Jesús. 
Sólo cuando él se fue y les dejó el Espíritu 
se les abrieron los ojos y dieron testimonio de Jesús. 
Dieron su vida con alegría porque contemplaban tu gloria 
no ya como mirones sino como hijos tuyos 

Si viéramos, Señor, con tus ojos 
veríamos que no es oro todo lo que reluce 
y veríamos la desnudez del pobre 
cubierta por el manto divino de tu gloria. 
Veríamos que los ricos son los que oprimen 
los que ultrajan tu santo Nombre 
y los pobres según este mundo aparecerían ante nuestros ojos 
como los elegidos por ti para hacerlos ricos en la fe 
y herederos de tu reino prometido. 
Si miráramos con tus ojos a los seres humanos 
reconoceríamos en los rostros sufrientes de los pobres 
los rasgos de tu Hijo que nos interpela. 
Claro que tú también ves los pecados de los pobres 
ellos son santos no porque sean inocentes o tengan méritos 
sino porque tú los cubres de tu gloria como un escudo protector 
para que no sucumban de abandono, desprecio, opresión 
tú los llenas de tu presencia para que puedan vivir de ti. 
Pero cuando los pobres aceptan tu propuesta 
y viven de la fe que tú les das 
en ellos resplandece tu hermosura de otro modo 
se echa de ver que la gracia agracia 
y estos pobres con espíritu sin dejar de ser pobres 
a través de su barro transfigurado reflejan desnudamente 
lo más desarmado e indestructible 
tu misericordia y tu fidelidad. 

Señor, nos sale pedirte tus ojos 
y tú nos contestas como a Pedro, a Santiago y a Juan: 
Sigan a Jesús y tendrán la Luz de la Vida 
no hay más luz que la del Camino. 
Primero es andar que ver 
Son los ojos de la fe que camina en la solidaridad 
Es lo que dijo un poeta: "ciego sigo la voz/y me nacen ojos" 
Danos, Señor, seguir a tu Hijo 
para que en la obediencia veamos con tus ojos 
a las personas, a toda la creación y a nuestro propio corazón 
hasta que mediante el servicio fraternal 
la tierra toda se transfigure en la Nueva Creación. 

Padre Pedro Trigo SJ

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