Nuestra oración
Jesús nos enseñó a rezar, sobre todo con su ejemplo. El nos pidió que nunca dejásemos de rezar (Lc 18, 1).
Pero también nos alertó para que nuestra oración no fuese igual a la oración de los fariseos. Ellos alababan mucho a Dios con la boca, pero su vida estaba muy lejos de Dios y de los hermanos.
Rezar:
• es vivir atentos a Dios,
• es comprometerse en hacer su voluntad.
Rezar es alabar a Dios, es agradecer a Dios, es pedir por nosotros y por nuestros hermanos todo aquello que Dios nos puede dar.
La Biblia tiene muchas oraciones. El libro de los Salmos es el libro de las oraciones del pueblo de Israel, y contiene la memoria del pueblo sobre la presencia activa y liberadora de Dios en su historia.
Los apóstoles le pidieron a Jesús que les enseñase a rezar. Y Jesús les enseñó el Padrenuestro, que es la forma más perfecta de oración.
En el Padrenuestro:
• recordamos al Padre
• y a los hermanos,
• pedimos el Reino de Dios
• pedimos el pan de cada día para todos
• y la fuerza de perdonar y de no hacer el mal.
Siguiendo a Jesús, la Iglesia siempre ha tenido sus propias oraciones. El momento más importante de la oración para la Iglesia es la celebración de la Misa. La Misa es la mejor oración que los cristianos hacen en compañía de Jesús.
Otras muchas oraciones son usadas por los cristianos. Estas oraciones las aprendemos desde niños, el Avemaría, la Señal de la cruz y otras.
Sin embargo, rezar no es repetir, como loros, unas oraciones que aprendimos de memoria.
Un hijo par hablar con su padre no necesita aprender de memoria lo que le va a decir.
El habla de aquello que siente en su corazón. Lo mismo tiene que ser nuestra oración. Rezar es hablar con el Padre. Cada persona, cada comunidad, debe expresar con libertad sus sentimientos hacia Dios.
Pedro Casaldáliga
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