MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA XLV JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
BENEDICTO XVI
PARA LA XLV JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital
5 de junio 2011
Las nuevas tecnologías no
modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo
que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación
cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos, nace un
nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para
establecer relaciones y construir lazos de comunión. Se presentan a nuestro
alcance objetivos hasta ahora impensables, que asombran por las posibilidades
de los nuevos medios, y que a la vez exigen con creciente urgencia una seria
reflexión sobre el sentido de la comunicación en la era digital. Esto se ve más
claramente aún cuando nos confrontamos con las extraordinarias potencialidades
de internet y la complejidad de sus aplicaciones.
Como todo fruto del ingenio humano, las nuevas tecnologías de comunicación
deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad
entera. Si se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de
sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del
ser humano. Transmitir información en el mundo digital significa cada vez más
introducirla en una red social, en la que el conocimiento se comparte en el
ámbito de intercambios personales. Se relativiza la distinción entre el
productor y el consumidor de información, y la comunicación ya no se reduce a
un intercambio de datos, sino que se desea compartir. Esta dinámica ha
contribuido a una renovada valoración del acto de comunicar, considerado sobre
todo como diálogo, intercambio, solidaridad y creación de relaciones positivas.
Por otro lado, todo ello tropieza con algunos límites típicos de la
comunicación digital: una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo
algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta
imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia. De modo especial,
los jóvenes están viviendo este cambio en la comunicación con todas las
aspiraciones, las contradicciones y la creatividad propias de quienes se abren
con entusiasmo y curiosidad a las nuevas experiencias de la vida. Cuanto más se
participa en el espacio público digital, creado por las llamadas redes
sociales, se establecen nuevas formas de relación interpersonal que inciden en
la imagen que se tiene de uno mismo. Es inevitable que ello haga plantearse no
sólo la pregunta sobre la calidad del propio actuar, sino también sobre la
autenticidad del propio ser. La presencia en estos espacios virtuales puede ser
expresión de una búsqueda sincera de un encuentro personal con el otro, si se
evitan ciertos riesgos, como buscar refugio en una especie de mundo paralelo, o
una excesiva exposición al mundo virtual. El anhelo de compartir, de establecer
“amistades”, implica el desafío de ser auténticos, fieles a sí mismos, sin
ceder a la ilusión de construir artificialmente el propio “perfil” público. También
en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y
reflexiva. Además, las redes sociales muestran que uno está siempre implicado
en aquello que comunica. Cuando se intercambian informaciones, las personas se
comparten a sí mismas, su visión del mundo, sus esperanzas, sus ideales. Por
eso, puede decirse que existe un estilo cristiano de presencia también en el
mundo digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable
y respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios
significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas
de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio
perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que
sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable
explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el
mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia. En los nuevos
contextos y con las nuevas formas de expresión, el cristiano está llamado de
nuevo a responder a quien le pida razón de su esperanza (cf.1 P 3,15)El compromiso de ser testigos del
Evangelio en la era digital exige a todos el estar muy atentos con respecto a
los aspectos de ese mensaje que puedan contrastar con algunas lógicas típicas
de la red. Hemos de tomar conciencia sobre todo de que el valor de la verdad
que deseamos compartir no se basa en la “popularidad” o la cantidad de atención
que provoca. Debemos darla a conocer en su integridad, más que intentar hacerla
aceptable, quizá desvirtuándola. Debe transformarse en alimento cotidiano y no
en atracción de un momento. Con todo,
deseo invitar a los cristianos a unirse con confianza y creatividad responsable
a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible, no simplemente para
satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte
integrante de la vida humana. La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas
y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión
común. También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo,
que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las
cosas alcanzan su plenitud (cf. Ef 1, 10). La proclamación del
Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el
corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús
resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús
(cf. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo
gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con
delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón. La Verdad, que es
Cristo, es en definitiva la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de
relación, de comunión y de sentido, que se manifiesta también en la
participación masiva en las diversas redes sociales. Los creyentes, dando
testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa aportación,
para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías, que
intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las
opiniones de los demás. Por el contrario, los creyentes animan a todos a
mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo
de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser
vividas. Esta tensión espiritual típicamente humana es precisamente la que
fundamenta nuestra sed de verdad y de comunión, que nos empuja a comunicarnos
con integridad y honradez. Invito sobre todo a los jóvenes a hacer buen uso de
su presencia en el espacio digital. Les reitero nuestra cita en la próxima
Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, cuya preparación debe mucho a las
ventajas de las nuevas tecnologías. Para quienes trabajan en la comunicación,
pido a Dios, por intercesión de su Patrón, san Francisco de Sales, la capacidad
de ejercer su labor conscientemente y con escrupulosa profesionalidad, a la vez
que imparto a todos la Bendición Apostólica.5 de junio 2011
Vaticano, 24
de enero 2011, fiesta de san Francisco de Sales.
BENEDICTUS
PP. XVI
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